Búsqueda personalizada

sábado, 17 de mayo de 2008

¿Hasta qué punto podemos dejar actuar a la circunstancia?

Camino por la calle. Cea Bermudez nº41. Es domingo en hora de vermouth. Una señora corre atropelladamente, impedida por los años que sobre su cuerpo han querido dejar marcas de vejez. Tras ella, un hombre joven, metro sesenta y cinco, tez tostada, aspecto consumido. De frente, un señor, caballero de mediana edad que de inmediato atiende solícitamente a los gestos de terror que con su mirada fue capaz de palpar en el rostro de la mujer.

-¿Qué le pasa?- le pregunta a la par que con sus manos tranquilizadoras la sujeta por los hombros. La mujer, con la castiza forma de hablar que caracteriza a los madrileños responde con voz agitada señalando al gitano: -¡Ese hombre! ¡Se ha puesto entre el cajero y yo y me amenaza con pegarme un puñetazo si no le doy el dinero!

El gitano perseguidor espeta desde atrás unas palabras en castellano. No es de aquí. Habría pensado que era español, pero los gitanos españoles, aún por la influencia del caló, hablan un español perfectamente comprensible. El desconocido personaje gesticula con las manos profiriendo insultos a los viandantes que allí nos encontramos y escupe a los pies de la señora.

Como no tengo afán de héroe y la situación está controlada prosigo mi paseo matutino y llego a la altura de Bravo Murillo, donde el conde de Colombi cede el protagonismo a D. José Abascal. Una turba portadora de múltiples banderas rebosantes de rojo y gualda ejerce su derecho a manifestarse. La policía les acompaña. Ya había visto carteles en fachadas anunciando el evento organizado por “Frente Nacional”. Para el fin publicitario se había empleado una analogía a la campaña desarrollada en la comunidad helvética del partido político vencedor: Tres ovejas blancas expulsan a patadas a la oveja negra.

Tristemente escucho en el noticiero pocas horas más tarde cómo unas pobres personas pierden la vida en condiciones infrahumanas en busca de un sueño del que ningún defensor de la Caridad puede culparles. Dice Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”... La circunstancia de un ciudadano europeo, aun la peor de ellas, suele resultar ventajosa a esas gentes que arriesgan su vida para alcanzar costas europeas; esa vida que, junto con sus familias es, muchas veces, lo único que tienen y pueden perder.

Con estas reflexiones no pretendo sino hacer plantearse al lector la postura a adoptar frente a una situación vigente y que puede alcanzar altos niveles de problemática:

Por una parte no se puede tolerar que la seguridad de un país vea sus flancos amenazados por las miserias de otros países. Las nacientes oligoculturas que surgen en el centro de una nación, fruto de una inmigración desorbitada, pueden suponer una grave amenaza a la integridad de los modos de vida, las costumbres y la seguridad de un estado. No todo inmigrante es culpable, pero, como se dice habitualmente: “haberlos, haylos.”

Sin embargo, la solidaridad, derivada en su mayor parte y a pesar de muchos de la filiación monoteísta, responsable de la fraternidad universal, nos hace un llamamiento a la acción. No podemos quedarnos quietos ante las injusticias que en el mundo se cometen constantemente. Somos culpables de ellas, si no activamente, por omisión. Nuestra “circunstancia” es ante todo afortunada, y esa fortuna nos viene dada por un ente, al que yo llamo Dios y otros Suerte.

¿Cómo podemos acabar con esta lacra patente en el mundo?¿Cómo se puede combatir esta injusta situación que hace que la vida de millones de personas no sea más que una etapa dolorosa?¿A qué jugamos? Debemos plantearnos cómo actuar, debe haber alguna forma en la que, de algún modo, todos seamos felices en un día próximo, sin tener que renunciar a la patria, y sin tener que mandar equipos de salvamento a rescatar a los blancos ojos que con su pánico iluminan la oscuridad del mar en la inhóspita noche cerrada.

JJ. González

¡Qué más da la semántica!

Este artículo fue escrito hace más de un mes. Desde entonces han ocurrido acontecimientos en relación con lo que aquí denuncio. De todos modos, mi opinión no varía y considero que mis palabras no pierden su valor con el paso del tiempo. Un saludo

Leo y oigo con pasmada cara de idiota cómo va a producirse un trasvase desde el Ebro a Barcelona para suplir la carencia de agua que la brutal sequía que azota esta comarca ha ocasionado. También se baraja la posibilidad de llevar agua desalinizada en barco desde Almería.

Ahora me toca hablar a mi: Soy uno de los casi 1.400.000 murcianos que sufrimos sequía desde hace mucho tiempo. Murcia es una región seca. Antes de 2004 estaba pactado un trasvase de agua que quitaría la sed a Murcia partiendo de la cuenca del Ebro. Fue un trasvase que no se hizo porque (siendo políticamente correcto) era muy impactante para el Delta del río donador. En su lugar, el gobierno socialista dedicó sus esfuerzos en instalar una ínfima parte de las plantas desalinizadoras que prometió en las costas de la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía. De este modo consiguió “abastecer” a las zonas afectadas por la sequía de un agua que, por supuesto, es de óptima calidad, de sabor inmejorable y que apenas vierte al mar toneladas de sal, no suponiendo esto en ningún momento una agresión al medio ambiente, y si lo hiciera, no sería para nada comparable con el daño que pudiera sufrir el Delta del Ebro.

Además, hay gente que gusta responsabilizar a los murcianos de que no llueva en su región, o al menos lo parece: Hablan (sin saber, por cierto) de la cantidad de campos de Golf que hay en Murcia. Cierto. En la Región de Murcia hay muchos campos de Golf que suponen una gran afluencia turística. Esta afluencia compone junto con la agricultura los recursos económicos la Comunidad. Además, el regadío de estos campos se realiza con agua no potable que ha sido tratada al efecto, tal como dispone la regulación para los regadíos de recreo.

En un país como España no hay cabida para pensamientos de ese calibre; pensamientos que proponen que haya desarrollo donde haya agua y que las regiones secas se vean relegadas. Esto no es justo. De hecho, se trata de un pensamiento claramente egoísta, y este egoísmo es fruto de la política autonómica cada vez más patente en España, que hace pensar a la gente que si un río pasa por su Comunidad, el agua de éste les pertenece a ellos y a nadie más.

En cuanto se refiere al ahorro de este preciado bien, afirmo con certeza que el murciano es el perfecto ahorrador de agua, al menos a nivel cotidiano. Mi convivencia con gente de otras zonas de España me ha demostrado que el simple gesto de cerrar el grifo cuando no lo utilizas es una lección que hay que enseñar todavía a muchas personas.

Si hablamos de ahorro a otros niveles de mayor envergadura, como puede ser al de una Comunidad Autónoma, me gustaría mostrar dos situaciones:

La ex-ministra Narbona nos acusó de derrochar agua en plena sequía. Según ella y movimientos ecologistas este agua derrochada es la destinada a usos recreativos de los que Murcia se sustenta, como ya he explicado anteriormente. La ex-ministra debe preferir castigar a los murcianos sin agua que llevar a término un trasvase que ya había sido aprobado, iniciado y que contaba con financiación de la U.E.

Sin embargo, ningún ministro articula una sola palabra del agua absurdamente e irresponsablemente desperdiciada en Cataluña debido al mal estado de tuberías y conductos. Claro ejemplo lo vemos en la tubería Cardedeu-Trinitat que, a su paso por Badalona pierde 216.000 litros de agua al día.

Quizás por ello el Gobierno tiene la decencia de negar que desviar parte del caudal del Ebro a través de una tubería hasta Barcelona sea un trasvase. Sería una contradicción por parte del presidente Rodríguez Zapatero, que en Aragón prometió que mientras fuera presidente del Gobierno no habría trasvase. Desde el Gobierno se han barajado varios nombres para evitar parecer “cambiantes”: De la Vega ha optado por denominar el trasvase provisión de recursos hídricos "más allá de nombres o de semántica". El ministro Corbacho dice que a esa minucia de trasvase no se le puede llamar trasvase. Montilla lo va a llamar aportación puntual de agua. Mi pregunta es sencilla: ¿Puede afirmar el político de turno que dentro de unos días, semanas, meses o años va a llover en cantidad para poder cesar la “aportación puntual”?. Al menos los barceloneses van a poder paliar su sequía con un trasvase encubierto que a nosotros, por cuestiones claramente políticas nunca nos quisieron dar. Eso sí: el trasvase de Barcelona va a ser pagado con dinero de todos los españoles, incluidos valencianos, almerienses y murcianos.

Y es que, lo peor de este asunto aparte de la escasez de agua, es la demagogia de la que todos somos víctimas.

JJ. González

Lo que no se ve.


Fue Prometeo el titán griego que robó el fuego a los dioses para dárselo a los mortales. Él es desde entonces el protector de la civilización humana y nuestro grupo de teatro lleva su nombre.

Todo empieza con un gesto tan sencillo como es “¿y por qué no...?”. A partir de ahí todo cambia: Buena parte de tus planes irán al traste, pero lo permitirás gustoso... porque esa es la magia de nuestro teatro.

Un día que no te lo esperas comienzan los ensayos. -¿Puedes hoy?- Sabes que es una pregunta capciosa e intentas evadirla. La pereza del primer momento siempre te hará responder de la misma forma: -Es que hoy tenía que...- pero al final siempre acabas respondiendo -¡Claro que puedo!-.

Subes ahí, con un taco de folios que leíste hace meses. Tu representación se reduce a una lectura gesticulada y entonada. Las bobadas de unos y otros hacen gracia, y por eso te ríes.

Van pasando los días y no hay manera de desprenderse del papel. Sólo cuando quedan dos semanas para el estreno te planteas que va siendo hora de abandonarlo, y lo intentas. ¡Sorpresa!, te lo sabes mejor de lo que pensabas, aunque peor de lo que deberías. Es entonces cuando te das cuenta de que comienza la cuenta atrás. Nadie se sabe el papel y ya solo quedan cuatro días.

De nuevo la magia del grupo teatral... Por fin es el día del estreno. -¡Quedan diez minutos!- se oye en ese cuartito frío y horrible que nosotros transformamos en el camerino de una estrella. El maquillaje corre de aquí allá, igual con peines y componentes de atrezzo. El patio de butacas está a rebosar. Han venido a verte y todo debe salir bien.

¡Comienza el primer acto! Actrices y actores se van sucediendo. A ti todavía no te toca. Les preguntas cómo les ha ido y te responden –bien, lo estamos haciendo bien-. Te empiezas a poner nervioso y los cigarrillos del paquete que te habías comprado hace apenas un par de horas ya se han reducido a la mitad.

¡Sube! te dice el apuntador. El corazón comienza a latirte tan fuerte que podrías medirte el pulso con sólo oírlo. Te haces paso entre la multitud de actores y personal de atrezzo que ocupan el pasillo hasta el lugar por donde tienes que salir a escena. Ya has llegado y sólo una puerta separa el habitáculo oscuro donde te encuentras de un escenario lleno de focos y de ojos que te miran. Tus manos están mojadas y te cuesta respirar. Ya te toca salir…

Cierras la puerta tras de ti. ¡Ha sido genial!. Las palabras han salido solas de tu boca y al público le ha gustado. Bebes agua y te fumas otros tres cigarrillos en los cinco minutos que te quedan para volver a salir.

La representación ha terminado. El público aplaude y debes salir a saludarlo. No puedes evitar sonreír. Todo ha salido bien. Que les haya gustado significa ver tu esfuerzo de semanas recompensado. Además has conocido a gente nueva con la que vas a pasar muy buenos ratos.

Una vez más, siglos más tarde, Prometeo se ha comportado como nuestro protector.


JJ. González