Fue Prometeo el titán griego que robó el fuego a los dioses para dárselo a los mortales. Él es desde entonces el protector de la civilización humana y nuestro grupo de teatro lleva su nombre.
Todo empieza con un gesto tan sencillo como es “¿y por qué no...?”. A partir de ahí todo cambia: Buena parte de tus planes irán al traste, pero lo permitirás gustoso... porque esa es la magia de nuestro teatro.
Un día que no te lo esperas comienzan los ensayos. -¿Puedes hoy?- Sabes que es una pregunta capciosa e intentas evadirla. La pereza del primer momento siempre te hará responder de la misma forma: -Es que hoy tenía que...- pero al final siempre acabas respondiendo -¡Claro que puedo!-.
Subes ahí, con un taco de folios que leíste hace meses. Tu representación se reduce a una lectura gesticulada y entonada. Las bobadas de unos y otros hacen gracia, y por eso te ríes.
Van pasando los días y no hay manera de desprenderse del papel. Sólo cuando quedan dos semanas para el estreno te planteas que va siendo hora de abandonarlo, y lo intentas. ¡Sorpresa!, te lo sabes mejor de lo que pensabas, aunque peor de lo que deberías. Es entonces cuando te das cuenta de que comienza la cuenta atrás. Nadie se sabe el papel y ya solo quedan cuatro días.
De nuevo la magia del grupo teatral... Por fin es el día del estreno. -¡Quedan diez minutos!- se oye en ese cuartito frío y horrible que nosotros transformamos en el camerino de una estrella. El maquillaje corre de aquí allá, igual con peines y componentes de atrezzo. El patio de butacas está a rebosar. Han venido a verte y todo debe salir bien.
¡Comienza el primer acto! Actrices y actores se van sucediendo. A ti todavía no te toca. Les preguntas cómo les ha ido y te responden –bien, lo estamos haciendo bien-. Te empiezas a poner nervioso y los cigarrillos del paquete que te habías comprado hace apenas un par de horas ya se han reducido a la mitad.
¡Sube! te dice el apuntador. El corazón comienza a latirte tan fuerte que podrías medirte el pulso con sólo oírlo. Te haces paso entre la multitud de actores y personal de atrezzo que ocupan el pasillo hasta el lugar por donde tienes que salir a escena. Ya has llegado y sólo una puerta separa el habitáculo oscuro donde te encuentras de un escenario lleno de focos y de ojos que te miran. Tus manos están mojadas y te cuesta respirar. Ya te toca salir…
…
Cierras la puerta tras de ti. ¡Ha sido genial!. Las palabras han salido solas de tu boca y al público le ha gustado. Bebes agua y te fumas otros tres cigarrillos en los cinco minutos que te quedan para volver a salir.
La representación ha terminado. El público aplaude y debes salir a saludarlo. No puedes evitar sonreír. Todo ha salido bien. Que les haya gustado significa ver tu esfuerzo de semanas recompensado. Además has conocido a gente nueva con la que vas a pasar muy buenos ratos.
Una vez más, siglos más tarde, Prometeo se ha comportado como nuestro protector.
JJ. González

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